Diplomática

domingo, 4 de octubre de 2020

Diplomática


 Diplomática

La Paleografía es la ciencia que estudia las escrituras antiguas y cuyo conocimiento permite la lectura de documentos de distintas épocas y escrituras diversas. La dificultad para la lectura de textos antiguos se debe a las características de la escritura y a la presencia habitual de abreviaturas. No obstante, buena parte de los investigadores genealógicos particulares no se enfrentan con frecuencia con documentos muy antiguos, sino con escritos de los siglos XVI y siguientes, y a esos documentos debe dedicar su atención. Básicamente debería estudiar y practicar la transcripción de la escritura habitual de los siglos XVI-XVIII para poder leer los distintos tipos de documentos (parroquiales, municipales, notariales, etc.).



La Diplomática, por su parte, es la ciencia que estudia los documentos (procedencia, estructura, características, elementos, función, etc.). La diplomática permite conocer y distinguir los tipos documentales que se usan en diferentes épocas y en diversos ámbitos (religioso, civil, militar).

Según que “ser diplomático” se entienda como un estilo de conducta, o en un sentido funcional, se puede contestar de dos formas. En la primera acepción diremos con André Maurois que ser diplomático “es el arte de exponer la hostilidad con cortesía, la indiferencia con interés y la amistad con prudencia”. En sentido funcional lo son aquellos funcionarios públicos expertos en relaciones internacionales con vistas a ser acreditados ante otros Estados (y en la actualidad también en Organismos Internacionales) con carácter representativo.

Historia de la Diplomática

Los hombres de Estado fueron los primeros que dieron a conocer documentos de interés histórico, fueron quienes lograron penetrar en los archivos señoriales y en los de las antiguas abadías. A partir del Siglo XVII comienzan a darse a conocer documentos públicos y privados que pertenecieron a la Edad Media, útiles a la Historia para suplir la ausencia de crónicas e historiadores de la época. Era imprescindible verificar la veracidad de los documentos reveladores. En los archivos señoriales y monásticos había gran número de documentos falsos. Con anterioridad al siglo XVII, la Diplomática no se consideraba como una verdadera ciencia, desde siempre las autoridades han dictado reglas para distinguir los documentos auténticos de los falsos.
En 1675, el jesuita Daniel Papenbroeck publicó su obra, en la cual denunciaba la falsedad de muchos documentos de la época merovingia, principalmente los de la célebre abadía de San Dionisio de París. En 1681, el P. Jean Mabillon refutó las afirmaciones de Papenbroeck en De re Diplomatica y sentaba los principios de la Diplomática. El propio Papenbroeck acabó por retractarse.
Durante más de cincuenta años, la obra de Mabillon fue considerada como el referente más completo en la materia. Se mantuvo una guerra diplomática entre las congregaciones de los jesuitas y la de los benedictinos que finalizó con una obra titulada El Nouveau traité de Diplomatique, que se utilizó en toda Europa.




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